LA IGLESIA PUEDE APRENDER DE LOS ELEFANTES
Todas las
organizaciones, incluida la Iglesia, pueden ser compradas a los elefantes,
porque, como ellos, llegan a ver a su propio mundo a través de un proceso de
condicionamiento. Los elefantes adultos están condicionados a permanecer en un
lugar, porque cuando eran pequeños fueron encadenados a unas estacas
profundamente clavadas en tierra; los elefantes maduros podrían desenterrar las
estacas, pero su condicionamiento es tan fuerte que ni siquiera intentan moverse.
Se comportan exactamente como se les entrenó para hacerlo. Las organizaciones de las culturas son análogas:
en principio, dinámicas y móviles como
las crías de elefante y, más tarde, condicionadas por el status quo. Su axioma es el siguiente: “si siempre hemos actuado de
este modo, ¿por qué tenemos que cambiar?” Y las experiencias caóticas hacen aún
más atractivos los seguros caminos del pasado.
¿Qué pueden
enseñar los elefantes a la Iglesia? Jesús, al que le gustaba utilizar ejemplos
con los que su audiencia estuviera familiarizada para ilustrar su mensaje,
respondería que mucho… Quizá pueda alentarnos el hecho de que incluso en los
tiempos veterotestamentarios el condicionamiento al modo de los elefantes
floreció con resultados bastante predecibles. Una vez que los israelitas
tomaron posesión de la tierra prometida, cayeron víctimas del falso
condicionamiento consistente en la creencia en que cuantos más bienes poseían,
más los amaba Yahvé, no viendo la codicia y el falso sentimiento de seguridad que
corroían sus corazones. Los profetas clamaron contra ello durante generaciones
con escasos resultados, y se necesitaría la dramática experiencia caótica del
exilio, la pérdida de todas las posesiones- especialmente la monarquía,
Jerusalén y el templo-, antes de que algunos llegaran a ver lo grave que había
sido su condicionamiento. Entonces descubrieron los peligros de consolarse con
las manifestaciones externas de la religión
o con la mera observancia, en lugar de vivir una fe viva, arriesgada y
creativa.
En la Iglesia
hay muchas personas que consciente o inconscientemente, dan su aquiescencia a
un “restauracionismo”, como viejos
elefantes condicionados a permanecer cómoda y acríticamente encadenados a las
estacas de la “Iglesia-gueto” del pasado. Si la Iglesia ha de volver a ser
joven de nuevo, según el deseo de Cristo y del Vaticano II, necesitamos
disidentes esperanzados en todos los niveles de eclesiales. Precisamos líderes,
tanto en las más pequeñas comunidades cristianas como en las más altas instancias
pastorales de la Iglesia, dotados de una “imaginación creativa carismáticamente
inspirada”, como incisivamente nos recuerda Karl Rahner. Necesitamos personas
con una visión nueva de la Iglesia acorde a los valores del Vaticano II y que
sientan profundamente lo que Pablo VI denominaba la “ruptura entre Evangelio y
cultura”. Este es el “drama de nuestro tiempo”… Por tanto, debemos hacer todos
los esfuerzos posibles para lograr una plena evangelización de… las culturas.
Personas que comprendan las profundas causas del carácter condicionante del
status quo para la Iglesia y que consideren el cambio esencial y posible,
aunque los pasos hacia adelante tengan que ser pequeños y vacilantes. Para
ellas, “lo imposible para los hombres es posible para Dios”, y no tienen
reparos en admitir la fórmula general de cualquier innovación, incluso en la
Iglesia: disposición a cuestionar el status
quo, imaginación programática, ideas, iniciativa, valor y unos cuantos
amigos que ayuden a concretar el proyecto.
(Gerald
A. Arbuckle, Redundar la Iglesia. Disidencia y liderazgo, Sal Terrae)
jaja, un cafelito y concretamos.
ResponderEliminarSi fuera tan fácil.¡Pesan muchos los siglos y los elefantes!Todo está estructurado para que se mantenga.
¿Quién quiere sentarse en una esterilla en el suelo, cuando se puede estar cómodo en un sofá?
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