Por: Sor Lucía Coram, OP.
El secreto de la felicidad, más que dar y recibir –el que
da, siempre está por encima del que recibe- está en amar la vida y en
compartirla cada día. Y es algo más, es vivir sin retener. El hermano de Asis,
Francisco, no quería que sus hermanos tuvieran posesiones, porque de tenerlas,
necesitarían armas para defenderlas. Es feliz quien comparte lo que es y lo que
tiene.
Y compartiendo la vida, se crean unos vínculos que son más
fuertes que la carne y la sangre, y el corazón se dilata y los brazos se abren
para abrazar, acariciar, consolar, pero no se cierran para retener a nadie, de
forma egoísta. Dándonos descubrimos que nuestro corazón está lleno de nombres y
de rostros grabados a fuego: Y eso, no tiene precio, y es un gran tesoro, es la
felicidad en grado puro.
Vivir así, nos lleva a entender que la felicidad es una
manera de ir por la vida, ligeros de equipaje, sin nada que perder, porque todo
está entregado.
Lo más importante no es que uno haga lo que quiera, sigo que
quiera lo que hace. Y no pocas veces la felicidad radica en no hacer lo que uno
quisiera, sino en lo que reclaman los compromisos adquiridos con las personas
con las que compartimos la vida.
Nuestra libertad, es mayor cuando vivimos para los otros,
cuando ponemos nuestra vida al servicio del Reino y de un nuevo Orden, cuando
somos capaces de vivir “expropiados para utilidad pública”, anteponiendo el
bien de todos, al propio y particular; porque “como a Jesús, la vida, nadie nos
la quita, la damos y la compartimos, libremente porque queremos” (Jn 10,18)
Ale! y ahora haz tu lo mismo...
ResponderEliminarQuerer lo que se hace, ya que lo hacemos, con agrado.
Vivir sin retener...¡Cuántas veces nos apropiamos de las personas poseyendolas,mirandolas por encima, buscando algo a cambio, sin dejarlas libres para actuar, para pensar, para decidir!