David Alvarez
El NT contiene un claro mandamiento misionero
tras la muerte y resurrección de Jesús (Mt 28,19; Lc 24,47)); es más, genera un
tipo de vida que exige ser compartida. El acceso a Dios por medio de Jesucristo
y la oración del Padrenuestro ponen de manifiesto que nos dirigimos a nuestro Padre y, por lo tanto, conformamos
una comunidad que ha de preocuparse por el resto de la humanidad. La Biblia nos
invita a compartir la manifestación del amor de Dios en la preocupación por el
prójimo y mediante la difusión del mensaje de Jesús. Su lectura no deja
indiferente ni el lector puede ser un mero espectador de lo narrado. Su mensaje
interpela e invita a un compromiso misionero. Estas implicaciones del mensaje todavía
perduran en la lectura comunitaria que realizan algunas comunidades que se
reúnen en torno a los textos de la Escritura, descubriendo así sus
responsabilidades misioneras.
¿Cómo hacer
llegar el mensaje de la Biblia a las personas? Es verdad que en el siglo XXI,
la mayor parte de la población tiene acceso a la lectura de los textos
bíblicos, pero no es menos cierto que en países tradicionalmente cristianos,
muchos cristianos no leen la Palabra de Dios. Tal vez estemos en el mundo de la
imagen, y ese libro se pueda caer de las manos por falta de explicación. Nos
viene a la memoria el pasaje de Felipe y el etíope de Candace (Hech 8,31). Tal
vez haya que buscar nuevos modos de anunciar el mensaje. En lugar de la
palabra, los modernos medios de comunicación intentan ayudar a visualizar,
interiorizar y aceptar el contenido bíblico. Esto no es una novedad. Los artistas
cristianos han hecho uso, durante siglos, de la literatura, la música, la pintura,
la escultura y la arquitectura para transmitir la belleza del texto bíblico.
Pero
al margen de los medios, la lectura de la Biblia constituye un desafío, una
invitación al compromiso misionero. Su mensaje se convierte en una acción
subversiva, ya que confronta la autoridad de la Palabra de Dios, que exige
justica y solidaridad, con las
estructuras, no siempre justas, de la sociedad. La Biblia es un instrumento de
la misión de la Iglesia y, de forma especial, Hechos de los Apóstoles.
En tercer lugar, la imagen idílica de la iglesia en
Jerusalén, configurada en respuesta al evangelio de Jesús, es en sí misma un
elemento clave en la misión. La Iglesia no puede proclamar una cosa y vivir
otra. La vivencia fiel del Evangelio hace que la Iglesia se convierta en signo
de comunidad, de justicia y de amor. No extraña, pues, que los primeros
seguidores de Jesús fueran admirados por el pueblo y varias personas se
adhirieran a sus filas. Por último, Jesús y el Espíritu son dos claves fundamentales,
pero no hay duda de que la obra de Dios enmarca toda la historia. Dios está
obrando en el mundo y lo que le sucede a Jesús, el envío del Espíritu, y la
respuesta de los discípulos y de la multitud forman parte del plan de Dios. A
través del Espíritu y el evangelio, Dios llama a otros a unirse a su misión en
el mundo.
El medio para realizar esta
misión era el discurso acompañado de signos. Hechos contiene ocho grandes
discursos misioneros[1],
lo que refleja su importancia estratégica en la expansión misionera de la
Iglesia Primitiva según la concepción lucana. Sus destinatarios era un público
heterogéneo: judíos, temerosos de Dios o gentiles. Estos discursos tenían una estructura
y ciertos elementos comunes, lo que permite extraer
algunas conclusiones.
En primer lugar, su estructura común refleja un patrón
habitual de predicación en los discursos misioneros en la Iglesia Primitiva. Se
discute si este paradigma es creación lucana o si se basó en fuentes orales y
escritas, que estaban a su disposición. En segundo lugar, estas alocuciones se
caracterizan por dirigirse a la audiencia, explicando la situación que los propiciaron,
e informan acerca de las reacciones de la audiencia. Cuatro de estos discursos explican
el significado de un signo previo, lo que denota que los signos necesitan
interpretación, ya que, en la opinión del orador(s), los milagros pueden ser
mal interpretados o no entenderse como revelación del poder de Cristo
resucitado, de la obra del Espíritu o de Dios. La interpretación propuesta es
cristológica. De esta forma, los signos se entendieron como una confirmación de
la resurrección de Cristo y como continuación de su presencia en la iglesia. Además,
las interpretaciones estaban vinculadas con la actividad de Jesús y con la fe
en él, así como con las actividades de Dios en la historia pasada y presente. Por
otra parte, los discursos fueron utilizados escatológicamente para proclamar
que ha llegado el tiempo mesiánico.
En
tercer lugar, observamos que la predicación misionera contiene tres elementos.
En la mayoría de los casos, aparece un breve resumen de la vida, muerte y
resurrección de Jesús (kerigma), o una mención de la obra de Dios y de su
relevancia. Luego viene la prueba de las Escrituras, que normalmente es una
cita del AT, seguida de su exposición o una referencia a autores helenísticos.
Por último aparece una exhortación a la conversión, que sigue y presupone la
proclamación del evangelio y del Dios de la creación y de la historia, y la
prueba de la Escritura. Por lo tanto, los discursos se centraban en la vida de
Jesús, su pasión, muerte y resurrección, y su regreso en gloria para el juicio
final. Estos eventos son vistos como deseados por Dios y que procedan de él,
con el Espíritu Santo como testigo que confirma esa interpretación. Cuando el
auditorio es judío, se refiere a Dios como el Dios de nuestros padres, expresión
conocida a través de la historia de salvación judía. Para un público gentil, se
presenta a Dios como creador del cielo, de la tierra y el mar, que concede lluvias
y estaciones fructíferas y colma a las personas con alimentos y alegría. En
otras palabras, los discursos contenían elementos esenciales del evangelio
sobre Jesucristo - elementos que fueron más tarde adoptados también en los
credos ecuménicos de la iglesia cristiana – el credo apostólico y el de Nicea.
La
mayor parte de los textos del AT que se aducen como prueba de la Escritura, en
siete de los discursos, son textos que se leían según las expectativas
mesiánicas del judaísmo. En los testimonios argumentativos de las Escrituras, las
interpretaciones mesiánicas de los textos del AT se utilizaron de forma cristológica,
vinculando el cumplimiento de las promesas a la persona y obra de Jesucristo.
De esta manera, el objetivo de los apóstoles era evidente para demostrar que
las promesas y los tiempos mesiánicos se cumplieron en la vida y la persona de
Jesús, e invitan al auditorio a recibir el kerygma con fe.
Continuará mañana...
¿Quieres resaltar alguna cosa que te haya llamado la atención de esta parte?
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Ciertamente, la Escritura es un desafío para todos los tiempos.Por eso, hay que reinterpretarla con lenguaje actual y desde las distintas culturas.¿Cómo sino puede interpelar hoy?
ResponderEliminarLa fe en Cristo, se entiende desde el amor(Gal 5,6). Será porque el Jesús histórico amó mucho y de muchas maneras a todos los que se cruzaban en su camino.Ese lenguaje de roce, de experiencia liberadora, es el que más llega a las gentes también hoy.Traducir el kerigma en signos y palabras amorosas es el mayor arte que pueda darse en nuestro mundo.
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