martes, 25 de junio de 2013


SI YO FUESE PAPA...

Delantales de cocina para niños

(...Continúa)

Al no haber ya templos, no harían falta sacerdotes y, de este modo,
estaría resuelto de un plumazo el problema del celibato que tanto ha preocupado
en los últimos tiempos a los jerarcas y el tema del sacerdocio de las mujeres, de
modo que hombre y mujer se sentarían en la mesa de la nueva comunidad
cristiana en igualdad de derechos y obligaciones, en torno a las casas, como
sucedió al principio del cristianismo, cuando éste aún no se había convertido
en religión. Todo el esfuerzo dedicado al templo y al culto, habría que
dedicarlo, eso sí, a dar culto a Dios en el prójimo, especialmente en los más necesitados de la comunidad, cristiana o no, cuyos derechos han sido pisoteados a lo largo de
los siglos. Y en esta larga fila hay que poner a las mujeres, tan sometidas al
varón a lo largo de la historia, a los sin papeles, a los parados; también a los
drogadictos, los desahuciados, los pobres y cómo no, a los gays, las lesbianas y
los transexuales, proclamando el derecho que tienen éstos a que se reconozca
y se respecte su diversidad. Claro que, para esto, me temo que tendría que
cambiar, como papa, la moral así llamada "católica", que no cristiana,
especialmente la moral sexual, que todavía a estas alturas no se ha
reconciliado ni con el sexo ni con el placer. Menudo lío.
Si yo fuese Papa, y dado que, hoy por hoy, no hay otro régimen de
gobierno mejor que el democrático, democratizaría la iglesia y renunciaría a la
infalibilidad pontificia (dogma extraño este, además de tardío) y abandonaría de
una vez para siempre esa cantinela de que la iglesia es "jerárquica" por
voluntad de su fundador (¿es que acaso Jesús fundó la iglesia?) y de que su
régimen es monárquico, como si a Jesús le hubiese dado tiempo a pensar en el
futuro de su movimiento, y menos en este futuro -hoy presente- con el que
ciertamente no se habría identificado, de haberlo intuido.
Ah, se me olvidaba... Si yo fuera Papa entraría urgentemente en diálogo con las
otras religiones, pero no para discutir de dogmas o primacías, sino para programar
con ellas "cómo aliviar el dolor y el sufrimiento humano", cosa que no se puede hacer
de verdad, si no se renuncia a tanta ganga ideológica añadida al pensamiento
originario de sus fundadores o iniciadores respectivos. Además, animaría a las
diferentes religiones de la tierra a que, juntos, iniciásemos un camino nuevo
para acoger, como el buen samaritano, a todos los que este sistema mundano
ha dejado "medio muertos" a la vera del camino. Son tantos que, difícilmente,
daríamos abasto entre todos. Y, por supuesto, en esta línea convocaría a todos
los hombres y mujeres, mayores o jóvenes, creyentes o no, de buena voluntad
a unirse a este programa. Por último, si yo fuera Papa, creo que lo pasaría muy mal, como lo pasó
Jesús, y la verdad es que no sé si me daría tiempo a cumplir ni siquiera el
primer punto de este programa, porque a él lo asesinaron justo cuando
llevaba dos o tres años a lo más, gritando por las aldeas de Galilea que "era
posible otro mundo -el reinado de Dios, que decía con palabras antiguas-",
no basado en la tiranía del capital, ese otro Dios, venerado por la mayoría,
sino en la servidumbre del amor. No creo que yo durase tanto tiempo, pues
los poderes de este mundo -religiosos, políticos y económicos- se encargarían de darme una buena jubilación y un no peor retiro.
Al final de este escrito "utópico", me digo yo, aliviado, que, para suerte
mía, no me van a nombrar papa, por supuesto. Por eso no sigo desarrollando
el programa...

Jesús Peláez
Catedrático de Universidad

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