martes, 18 de junio de 2013

"Soplo de monataña..."
Por: Glen Aráuz, OSA

Para muchos, la poesía es aún un "mundo desconocido". Tan antiguo, pero no lo suficientemente explorado. Muchos piensan que se trata sólo de lo impensable,  de lo fantasioso y hasta onírico. En parte hay una presencia de esos elementos; pero de ningún modo la poesía se reduce a ellos. 
Si al lector que lee un poema se le descubre un "mundo", cómo será para aquel que lo escribe... 
En la poesía hispanoamericana, contamos con grandes exponentes. Sus obras son el mejor testimonio de ello: expresión de belleza y del gran acervo que se esconde tras ella. Rubén Darío, poeta nicaragüense, es uno de ellos; conocido en el "mundo poético" como "Príncipe de las letras castellanas". Más allá de su título, tenemos un hombre de mundo, humano como todos, con sus problemas y encausado en sus circunstancias vitales. Aunque atraído por el interés y conocimiento de la mitología y por el cosmopolitismo que aflora en sus obras; ello no es coto para poner a la luz la carga crítica que se desvela en muchos de sus múltiples y variados poemas. La composición poética que hoy tenemos el gusto de presentar es, sin duda, uno de los mejores poemas de Darío; a través de unos versos que transparentan elegancia y birllo, dibuja el croquis de la "figura del potea". El poeta debe ser "boca de la verdad"; sin miedo...


A UN POETA
Nada más triste que un titán que llora,
Hombre-montaña encadenado a un lirio,
Que gime fuerte, que pujante implora:
Víctima propia en su fatal martirio.

Hércules loco que a los pies de Onfalia
La clava deja y el luchar rehusa,
Héroe que calza femenil sandalia,
Vate que olvida a la vibrante musa.

¡Quién desquijara los robustos leones,
Hilando esclavo con la débil rueca;
Sin labor, sin empuje, sin acciones;
Puños de fierro y áspera muñeca!

No es tal poeta para hollar alfombras 
Por donde triunfan femeniles danzas:
Que vibre rayos para herir las sombras,
Que escriba versos que parezcan lanzas.

Relampagueando la soberbia estrofa,
Su surco deje de esplendente lumbre,
Y el pantano de escándalo y de mofa 
Que no lo vea el águila en su cumbre.

Bravo soldado con su casco de oro 
Lance el dardo que quema y que desgarra,
Que embiste rudo como embiste el toro,
Que clave firme, como el león, la garra.

Cante valiente y al cantar trabaje;
Que ofrezca robles si se juzga monte;
Que su idea, en el mal rompa y desgaje 
Como en la selva virgen el bisonte.

Que lo que diga la inspirada boca 
Suene en el pueblo con palabra extraña;
Ruido de oleaje al azotar la roca,
Voz de caverna y soplo de montaña.

Deje Sansón de Dalila el regazo:
Dalila engaña y corta los cabellos.
No pierda el fuerte el rayo de su brazo 
Por ser esclavo de unos ojos bellos.


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