“Dios” y la parábola del
elefante y los ciegos
Rumi
El elefante se
hallaba dentro de una casa a oscuras; unas gentes de la India lo habían llevado
allí para exhibirlo. Y para verlo, varias personas entraron, uno por uno, en la
oscuridad. Dado que nadie podía verle con los ojos, cada uno trataba de
tentarlo en las tinieblas con las palmas de las manos. La mano de uno de posó
sobre su trompa, y dijo: “esta criatura es como un caño de esos por donde pasa
el agua”. La mano de otro tocó su oreja: le pareció semejante a un abanico.
Otro, habiendo asido su pata, declaró: “opino que la forma del elefante es la
de un pilar”. Otro posó su mano sobre su lomo y dijo: “En verdad este elefante
es como un trono”. Así, cada uno hacía su propia versión del elefante según la
parte que él mismo había tocado. Según la parte tocada e interpretada, sus
afirmaciones diferían: un hombre lo llamaba A, otro Z… Si cada uno de ellos
hubiese llevado un candil para alumbrar la estancia, la diferencia habría
desaparecido de sus palabras. El ojo de la percepción sensorial es solamente
como la palma de la mano: la palma de la mano carece de medida para abarcar la
totalidad de lo que tantea.
El ojo, la mano y la mente...,y ahí seguimos en interpretaciones y lenguajes distintos, mientras no encontremos otra sabiduría que nos de luz para ver lo evidente.
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