CORPUS CHRISTI
Evangelio
de Lucas 9, 11b-17
En
aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los
que lo necesitaban.
Caía
la tarde y los Doce se acercaron a decirle:
―
Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar
alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado.
El
les contestó:
―
Dadles vosotros de comer.
Ellos replicaron:
― No
tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer
para todo este gentío. (Porque eran unos cinco mil hombres).
Jesús dijo a sus discípulos:
―
Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.
Lo
hicieron así y todos se echaron.
El,
tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la
bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los
sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras:
doce cestos.
ACERCARNOS A LA
LUZ
Parece
claro que los humanos tenemos más miedo a la luz que a la oscuridad. Como si no
fuéramos capaces de “soportar” demasiada claridad, nos refugiamos en pequeños
escondites, en los que creemos encontrar refugio, aunque sea a costa de
reducirnos y, finalmente, de negarnos a nosotros mismos.
Por
seguridad, comodidad y, en último término, ignorancia, preferimos alejarnos del
vértigo que nos produce la luz, en un impulso primitivo que nos lleva a querer
tener todo bajo control.
Este
modo (habitual) de funcionar explica lo que los cristianos hicimos con Jesús. En
lugar de reconocernos en él, lo convertimos en un objeto de culto, lo pusimos
lejos –en la cruz, en las estatuas, en los sagrarios…-, para asegurarnos su
protección pero, al mismo tiempo, para protegernos de lo que su existencia
implica.
Como
dice Javier Melloni, “Jesús es plenamente Dios y hombre, y eso es lo que
somos todos. El pecado del cristianismo es el miedo; no nos atrevemos a
reconocernos en lo que Jesús nos dijo que éramos”.
Caer en
la cuenta de nuestro miedo a la luz quizás sea una buena manera de acercarnos a
comprender el significado de la fiesta del “Corpus Christi”.
Una cosa
es adorar a Jesús Eucaristía, sacarlo en custodias por la calle, organizar
lujosas procesiones… y otra bien diferente acoger la sabiduría que en él se
manifiesta acerca de quienes somos.
En el
primer caso, corremos el riesgo de que sea nuestro ego el que busca
fortalecerse, también religiosamente, para sentirse “digno” de salvación. En el
segundo, por el contrario, venimos a descubrir –así lo vivió el maestro de
Nazaret- que no es al ego al que hay que salvar, sino que es precisamente de él
de quien nos tenemos que liberar.
Nos
engañamos cuando queremos crearnos un “yo religioso”: así es como nos
“escondemos” de la luz. De lo que se trata es de acercarnos a la Luz que es,
para reconocernos en ella, tomar consciencia de nuestra identidad ilimitada y
compartida, en el mismo “Yo Soy” con el que Jesús se expresaba.
Bajo
esta perspectiva, el “Corpus Christi” es también la fiesta de la Unidad. Al
decir sobre el pan “esto soy yo”, Jesús nos invita a reconocernos en todo lo que
es.
El pan y
el vino –alimentos cotidianos en la Palestina del siglo I, que reúnen en torno a
sí a toda la familia y a todos los amigos- son símbolo de la realidad entera. Y
a toda ella alcanzan las palabras de Jesús: “Esto soy yo”.
La
sabiduría de Jesús se convierte en luz que nos hace reconocerlo en todo. O mejor
todavía: nos hace reconocer que todo está en todo. Adorar la Eucaristía
significa desarrollar una mirada de admiración, asombro y adoración sobre la
realidad entera, en la certeza de que toda ella refleja el mismo y único Rostro,
que es también el nuestro.
La
sabiduría de Jesús nos anima a entrar en otro modo de ver, en una consciencia
mayor, que nos saca del estrecho modelo mental y nos lleva a percibir la Unidad
de todo lo que es. En la seguridad de que esta nueva comprensión habrá de
generar un nuevo modo de vivir.
-Enrique Martinez Lozano-
El miedo a la luz nos impide reconocernos en Jesús, en las palabras que dijo:"Yo soy esto".
ResponderEliminarQuiero compartir esta significativa poesía con todos los que visitáis este blog.
ResponderEliminarEstá escrita por Marianne Williamson y una de las preferidas de Nelson Mandela:
“Nuestro temor más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro temor más profundo es que somos excesivamente poderosos. Es nuestra luz, y no nuestra oscuridad, la que nos atemoriza. Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso y fabuloso? En realidad, ¿quién eres para no serlo? Infravalorándote no ayudas al mundo. No hay nada de instructivo en encogerse para que otras personas no se sientan inseguras cerca de ti. Esta grandeza de espíritu no se encuentra solo en algunos de nosotros; está en todos. Y al permitir que brille nuestra propia luz, de forma tácita estamos dando a los demás permiso para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, automáticamente nuestra presencia libera a otros”.