lunes, 24 de junio de 2013

SI YO FUESE PAPA


Si yo fuese nombrado Papa, una vez elegido por el Sacro Colegio
Cardenalicio -que así se llama la gerontocracia vaticana-, saldría al balcón
central de la fachada del Vaticano para saludar a los allí reunidos, en inglés,
por supuesto, dejando atrás el viejo latín para los eruditos. Tras agradecer a los
ancianos cardenales el nombramiento (y al Espíritu, por supuesto, ¿cómo
no?), anunciaría que dejaría de residir en el Vaticano, para trasladarme a un país de la
periferia de la tierra -Hispanoamérica, India, África, podrían ser buenas sedes
para mi pontificado, por llamarlo de alguna manera- lugares donde el hambre,
el dolor, la guerra y la muerte se dan la mano a diario. Al fin y al cabo, Jesús de
Nazaret pasó gran parte de su vida en la periferia, en las aldeas de Galilea, la
región más alejada del templo y del culto de Jerusalén, y vivió siempre
rodeado de todos aquellos a los que el sistema religioso judío había arrojado
en nombre de Dios a las afueras de la vida: un núcleo de discípulos galileos
que poco lo entendían (¿De Nazaret de Galilea puede salir algo bueno?) y los
marginados de todo tipo: cojos, ciegos, paralíticos, endemoniados, publicanos,
prostitutas... gente, oficialmente "de mala vida", que hacían que Jesús fuese
criticado por la ortodoxia por andar siempre "en malas compañías".
Antes de irme del Vaticano, eso sí, nombraría una comisión de sabios
(economistas, eruditos, filósofos e incluso teólogos, si los hubiere allí fieles al
evangelio de Jesús), encargada del desahucio de tan respetable y milenaria sede,
pasando al estado italiano el cuidado de ese inmenso patrimonio artístico y
desmontando la banca vaticana, de modo que lo que quedase, una vez
saldadas las deudas, revirtiese en las exhaustas arcas de los países pobres de la
tierra, rompiendo para siempre con esa alianza histórica entre iglesia, dinero y
poder, que tanto daño ha hecho al anuncio de la buena nueva de Jesús. Y me
quedaría tan pancho, pues Jesús dijo: "Nadie puede estar al servicio de dos
señores, porque aborrecerá a uno y querrá al otro, o bien se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero, -hoy diríamos "al
capital"- (Mt 6,24). Así de claro. Y como el capital engendra esclavos en serie,
me proclamaría de verdad "siervo de los siervos del mundo ", no de Dios,
como dice el eslogan pontificio, pues Dios no necesita siervos. Rompería de este
modo la alianza con el poder, establecida durante siglos por la iglesia, del que hay
que desconfiar porque el poder no engendra desarrollo humano, sino
dominación, como bien dijo Jesús: "Los reyes de las naciones las dominan, y
los que ejercen la autoridad sobre ellas se hacen llamar bienhechores. Pero
vosotros, nada de eso: al contrario, el más grande entre vosotros iguálese al
más joven, y el que dirige al que sirve" (Lc 22,22-25). Curiosamente la palabra
"poder" aparece solamente en los evangelios para indicar la fuerza o mejor las
fuerzas que salían de Jesús para sanar a los enfermos.
Si al hacer esto, la jerarquía eclesiástica no hubiese tenido tiempo
todavía de quitarme de en medio, proclamaría como Esteban, antes de morir,
que "Dios no habita en edificios construidos por mano de hombres",
desacralizando el cristianismo, convertido tristemente en una religión más, con
clero, templos y cultos, en contra de la voluntad de Jesús, un laico en
desacuerdo con el templo de Jerusalén, cuya destrucción anunció,
precisamente, por seguir la línea profética de Jeremías que lo había
identificado como "una cueva de bandidos" (Mt 21,13; cf. Jer 7,11). Menudo
piropo.
(continuará...)

Por: Jesús Pelaez 

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