II Domingo de Pascua
Ecos de Jn. 20, 19-31
Paz a vosotros¿Por qué me has visto, has creído?
He venido para que tengais vida en abundancia
Yo os envío
¡Señor mío y Dios mío!
Por Enrique Martinez Lozano
¿Cómo se puede transmitir una experiencia transpersonal o espiritual?
Resulta una tarea imposible, porque no disponemos de “herramientas” conceptuales
adecuadas. Por esta razón, los relatos de apariciones del Resucitado –aparte de
estar elaborados como catequesis- quieren decir mucho más de lo que dicen.
¿Cómo se puede convencer a “Tomás” de que el Resucitado se les ha hecho
presente? No hay manera; se trata de una experiencia que trasciende las palabras
y los conceptos, las imágenes e incluso las expectativas de la mente.
Pero es que tampoco se trata de “convencer” a nadie. Esto parecía, no
solo importante, sino decisivo en el nivel mítico de consciencia: tal como allí
se veían las cosas, las personas estaban convencidas de poseer la verdad
absoluta y, por ello mismo, se veían en la obligación de comunicarla a otros y
de tratar que la aceptaran. El proselitismo es una actitud característica de
aquel estadio de consciencia.
Cuando venimos a reconocer que la Verdad no se puede poseer y que es una
con la Realidad, caemos en la cuenta de que aquello no tiene sentido. Carece de
interés que la persona tenga en su cabeza una creencia u otra, si solo es eso,
una creencia.
De lo que se trata, más bien, es de ejercitarnos en vivir la verdad
que somos. En este nuevo nivel de consciencia, la verdad no es vista como
“algo” añadido a lo que una persona ya es –se comprende que el simple hecho de
presentarla de ese modo provoque resistencias, porque la otra persona pensará
que le están intentando “vender” algo-, sino justamente como lo que
somos.
Charo Rodríguez (en “La luz de la niebla”) expresa lo mismo de
este modo:
“Solo el
Dios encontrado,
ningún
dios enseñado puede ser verdadero,
ningún
dios enseñado.
Solo el
Dios encontrado
puede
ser verdadero”.
Todo lo que podemos “enseñar” son –por más sublimes que sean- palabras,
es decir, “mapas”, aunque estén bien. Pero un mapa nunca es el territorio. Y el
territorio no se aprende, se encuentra.
Es cierto que quien lo ha visto puede ayudarnos a estar más atentos. Tal
vez, incluso, sus palabras provocarán ecos en nuestro interior, despertando
nuestra verdad dormida. La vista de un mapa puede avivar la motivación de
ponernos en camino. Pero, al final, cada cual debe ponerse en camino y
recorrerlo.
En Jesús podemos hallar un mapa nítido. Para empezar, no estaría mal que
dejáramos escuchar y reverberar en nuestro interior su saludo, el saludo de
quien “ha visto”: “Paz a vosotros”.
Ver-experimentar el encuentro con Jesús provoca desarme, te deja sin tus posesiones y egos, libre para acogerle,libre para comprender y reirte de todo lo que no es El.
ResponderEliminarCuando "ves" no tienes nada que perder porque ya lo tienes todo. Es la pobreza que te da paz, confianza, serenidad y calma en la tormenta.Es esa paz que te hace caminar por ese camino que sólo tú puedes ir.