Especialista en Sagrada Escritura
y profesor emérito de la
Facultad de Teología de Deusto
“Estudiamos el
pasado, porque nos interesa el futuro. Buscamos en el pasado luz, orientación,
posibilidades por desarrollar, porque queremos enriquecer el presente y abrir
futuros nuevos”.
¿En manos
de quién se pondría para comprender mejor los orígenes cristianos? ¿Teólogos,
biblistas, historiadores…?
Recurriría a
un tratamiento interdisciplinar. Hay que acudir al exégeta, en la medida en que
es intérprete de textos; al historiador…, pero también a expertos en ciencias
sociales, a antropólogos, porque se trata de un fenómeno culturalmente lejano.
Y al ser un proceso social, la sociología tiene algo que decir: hay factores y
funciones sociales que influyeron en todo este proceso y que explican que el
impacto de Jesús continuase después a lo largo de la historia. También tiene
que entrar la teología, porque esos textos están transmitiendo experiencias
religiosas. Por tanto, habrá que recurrir a varias ciencias humanas y sociales.
¿Qué
queda de aquella imagen de Jesús que nos transmite el cristianismo primitivo?
El
cristianismo sería inexplicable sin el fortísimo impacto que ejerció la persona
de Jesús, su vida y su obra, en un grupo de seguidores que, pese a la muerte
tan infamante y a lo que parecía un fracaso histórico, continuaron su causa,
reivindicaron su memoria y desarrollaron las virtualidades de su obra, dando
pie a lo que hoy llamamos el cristianismo.
Hoy nos encontramos con una Iglesia que reivindica su figura y con una cultura (llamémosla el cristianismo) impregnada por su herencia. Habrá que ver hasta qué punto esta cultura y este grupo de creyentes que se llamanla Iglesia y que reivindican
la figura de Jesús, lo hacen con fidelidad y de manera adecuada.
Hoy nos encontramos con una Iglesia que reivindica su figura y con una cultura (llamémosla el cristianismo) impregnada por su herencia. Habrá que ver hasta qué punto esta cultura y este grupo de creyentes que se llaman
¿Ha
sabido la Iglesia
conservar esa memoria de Jesús de Nazaret? ¿La ha actualizado, la ha
deformado…?
¿Se está
resolviendo con éxito esa tensión?
La
institución, por una parte, legitima la crítica que se le hace desde sus
inicios carismáticos. Y por eso proclama el Evangelio de Jesús. Pero, por otra,
se resiste a ser coherente con las exigencias de la inspiración originaria del
movimiento de Jesús. Esa tensión es inevitable y va atravesando toda la
historia de la Iglesia
hasta nuestros días. La institución es muy poderosa y tiene unas potentes
inercias que le dificultan la fidelidad a aquella inspiración originaria.
¿Es más
correcto hablar de ‘cristianismo primitivo’ o de ‘cristianismos primitivos’?
Algunos
autores utilizan la terminología de ‘cristianismos primitivos’ para referirse a
los grupos muy diversos que reivindican la memoria de Jesús en el momento
originario: paulinismo, judeocristianismo, joánicos, petrinos… Yo prefiero,
simplemente, hablar de la diversidad enorme que había de líneas y grupos de
seguidores de Jesús.
¿Podríamos
aprender algo de aquella diversidad originaria?
La gran
lección es que la línea que acabó prevaleciendo fue la más amplia, la más
plural, la línea con más capacidad de inclusión. En el propio canon del Nuevo
Testamento hay una enorme pluralidad. Todo ello nos está diciendo que no hay
que tener miedo a la pluralidad en la vida cristiana y saber aceptar el que
haya líneas cristianas diferentes, capaces de estar en comunión respetando la
diferencia.
Tradiciones diversas
¿Cómo
conjugar esa pluralidad inicial con el posterior carácter fundacional (y
normativo) de la tradición apostólica que conduce hacia la unificación de
creencias?
En el
cristianismo originario, la unidad consistió en la comunión de tradiciones muy
diferentes: desde el cristianismo profundamente misionero de Pablo y la
tradición paulina al cristianismo de la tradición joánica, mucho más introvertido.
Pero llega el momento en que se reconocen y se aceptan.
Durante
mucho tiempo, las Iglesias forcejearon por quedarse con un solo Evangelio,
porque la pluralidad de evangelios les parecía un incordio, pero al final se
impusieron las ventajas de tener cuatro evangelios, de mantener la pluralidad.
En aquel momento originario, prevaleció la convicción de que la unidad se
realizaba en la aceptación y el reconocimiento de la pluralidad.
Ya en la
primera generación cristiana, la
Iglesia de Jerusalén y la de Antioquía deben llegar a un
acuerdo en el Concilio de Jerusalén: los jerosolimitanos tienen el mérito
entonces de aceptar el cristianismo antioqueno, abierto a los paganos y muy
alejado de su forma de ver las cosas, y los antioquenos tienen la valentía y la
audacia de abrirse a los paganos y de desvincular la fe en Jesucristo de la
relación étnica con el pueblo judío. Porque ahí se jugaban el ser una secta
judía o un movimiento universal. En el origen, por tanto, está el
reconocimiento de la diversidad.
Llega un
momento, sin embargo, en que se produce una unificación…
En efecto,
en lo que podemos llamar el proceso formativo del cristianismo van apareciendo
cada vez con más claridad unos elementos doctrinales (fórmulas de fe) y unos
elementos institucionales (ministerios). Van surgiendo unos ritos, sobre todo
de admisión y pertenencia, compartidos por las diversas tradiciones. En torno a
la segunda parte del siglo II el proceso cristaliza en la protoortodoxia, en
‘la gran Iglesia’…
¿Tanto ha
cambiado el cristianismo en dos milenios para tener que volver una y otra vez a
sus orígenes? ¿O este regreso es un modo de purificarlo?
Sobre todo
en momentos de crisis, los movimientos sociales miran a sus orígenes para
buscar en ellos luz, puntos de referencia, descubrir qué es lo esencial, las
posibilidades que existen y que no se han desarrollado, pero que se pueden
despertar y alentar de cara al futuro. Creo que no es casualidad que hoy en la Iglesia el tema de los
orígenes del cristianismo esté cobrando una notable actualidad. Culturalmente
no se puede proyectar el futuro de Europa sin conocer el componente cristiano
de sus orígenes.
¿Resulta
tan instructivo mirar al pasado?
Muchas veces
los orígenes se mitifican y se idealizan de manera ingenua, y un estudio crítico
hace que se desvanezca esa visión. Pero los orígenes son sumamente
instructivos, podemos aprender mucho de ellos: a no tener miedo a la
pluralidad, como decíamos, pero también, en la medida en que el mundo se está
globalizando, nos enseñan la capacidad de expresar la fe cristiana en
categorías culturales diferentes. En los orígenes se hizo una gran labor para
expresar la fe cristiana en las categorías helénicas. Y hoy la Iglesia se ve también ante
el reto de expresar la fe cristiana de una manera relevante y significativa en
culturas distintas. Ya no podemos pensar que Europa es el centro del mundo.
¿Otras
lecciones que extraer?
En los
orígenes del cristianismo descubrimos también un notable protagonismo de la
mujer, que luego con el proceso de institucionalización y en una sociedad muy
patriarcal se fue sofocando. Hoy esos condicionamientos patriarcales van
desapareciendo, y parece que el protagonismo femenino que encontramos en los
evangelios y en las cartas auténticas de Pablo abre posibilidades y exigencias
al papel de la mujer en la
Iglesia.
Grupo s cristianos muy diversos fueron descubriendo, cada vez
con mayor claridad, la importancia de la persona de Jesús, y por eso, en la
segunda generación, se escribieron los evangelios, textos narrativos, con forma
biográfica, que se convirtieron en los grandes textos de referencia. Se pone de
manifiesto que la persona de Jesús es importante no solo por lo que
teóricamente podamos decir de ella, sino sobre todo porque es una llamada a su
seguimiento, a incorporar un estilo de vida como el suyo.
Grupo
Flexibilidad,
sensatez, fe… ¿Qué no puede faltar nunca para investigar los orígenes del
cristianismo?
Los orígenes
del cristianismo son un proceso formativo que tiene su punto de partida en
Jesús y en el impacto que provoca. Luego el historiador puede explicar de forma
plausible cómo tiene lugar este proceso, y el sociólogo o el antropólogo podrán
iluminarle. Pero el creyente interpreta este proceso como el desarrollo en la
historia del proyecto de Dios a través de Jesús y del Espíritu. Es decir, los
orígenes del cristianismo, teológicamente, no se justifican por la mera
vinculación con la figura histórica de Jesús, sino que hay contar también con
la acción del Espíritu. Esta visión lleva a una consideración más flexible de los
elementos institucionales, porque descubres los condicionamientos históricos y
culturales de todo el proceso. Y, además, también hace que estés más abierto a
posibles desarrollos ulteriores, porque el Espíritu sigue actuando.
¿Y qué
futuro le aguarda al cristianismo?
El estudio
de sus orígenes enseña que, como cultura, el cristianismo debe caracterizarse
por su capacidad de acogida de lo diverso, de valorar la persona concreta por
encima de sus vinculaciones étnicas. Como creyentes, la mirada a nuestros
orígenes nos debe llevar a no identificar la unidad con la uniformidad y a
estar abiertos a expresar la fe en formas culturales diversas.
Futuro de la Iglesia
¿Por
dónde pasa, pues, el futuro de la
Iglesia ?
Se suele
decir que el problema no es si Jesús fundó la Iglesia , sino si la Iglesia está fundada en
Jesús. La segunda generación cristiana redacta los evangelios porque se da
cuenta de que existe el peligro de dejarse llevar por un entusiasmo
espiritualista, o por un aferramiento a las leyes del Antiguo Testamento, o por
divagaciones de tipo gnóstico. Los evangelios surgen como un esfuerzo de
recuperación de la memoria de Jesús y de los valores evangélicos. Y estos
valores cuestionan hondamente a cualquier institución, también a la Iglesia , que debería incorporarlos
en sus relaciones internas con mucha más claridad. Valores como la fraternidad,
la sencillez, el suprimir todo tipo de títulos, de discriminaciones, de
jerarquías…
Otro aspecto
muy importante del cristianismo de los orígenes es que constituía comunidades
que conferían identidad y ayuda material en un tiempo de desorientación y
penuria. Pero, a la vez, desde muy pronto desarrolló una notable capacidad de
diálogo con el helenismo, la gran cultura de la época. Esta doble virtualidad
es una de las razones fundamentales que explica la penetración del cristianismo
originario en unas circunstancias muy hostiles. Nuestra Iglesia tiene que
basarse en comunidades fraternas, participativas, donde la gente encuentre
reconocimiento y se sienta acogida; y, al mismo tiempo, desplegar una actitud
de diálogo positivo y con capacidad de escucha con la cultura contemporánea.
¿Cómo
interpela hoy a la Iglesia
esta doble exigencia?
Los que
entonces se encerraron en un gueto, al final, acabaron como sectas. Lo que
después fue ‘la gran Iglesia’ se preocupó desde muy pronto por expresar la fe
cristiana en las categorías de la cultura del tiempo, e hizo un esfuerzo audaz
y valiente por dialogar con el helenismo. Naturalmente, hubo grupúsculos
cristianos que se encerraron en sí mismos y, al final, desaparecieron. Quienes
después cristalizaron como la ortodoxia fueron capaces de llevar adelante el
impacto que Jesús había provocado y su causa, desde su tradición judía, pero
introduciéndolo en un mundo totalmente diferente al suyo: el mundo urbano del
Imperio romano y de la cultura helenística, tan distinto a la Galilea rural donde todo
empezó. Es decir, para ellos, la fidelidad exigía reformular las cosas muy a
fondo.
Esto es
también una llamada para nosotros, a no encerrarnos en el gueto cultural en el
que nos sentimos cómodos, sino a tener las antenas bien puestas, no tener
miedo, creer que el Espíritu actúa en todas partes y salir a dialogar con la
cultura contemporánea. Porque la tarea es ser capaces de expresar la fe en categorías
culturales adecuadas al hombre y a los tiempos, para que el mensaje sea
significativo. No se trata de repetir lo que hicieron nuestros ancestros, sino
de recrearlo teniéndoles como referencia. Pienso que así como los estudios
sobre Jesús han servido para renovar la cristología, los estudios sobre los
orígenes del cristianismo deberían servir para renovar la eclesiología.
Se necesita salir a dialogar con la cultura contemporanea para llegar con más autenticidad a los orígenes del cristianismo.
ResponderEliminar¡Que grande eres Aguirre!
ResponderEliminarHe ahí la pregunta: ¿Está la Iglesia fundada en Jesús?quien se hace la pregunta, se zambulle en los orígenes del cristianismo y acepta la pluralidad como riqueza, no como enemigo a batir.