martes, 30 de abril de 2013

 

CONVERSACIONES CON TERESA FORCADES: "EN LA IGLESIA [CATÓLICA] SE PALPAN EL CLERICALISMO INSTITUCIONALIZADO Y LA MISOGINIA ESTRUCTURAL"


Teresa ForcadesTeresa Forcades, miembro de la comunidad benedictina de Montserrat
 

¿La unidad  en lo esencial de la que hablas en tu libro, no se hace difícil desde el punto de vista eclesiástico-terrenal?
Difícil sí, pero no imposible. Difícil lo es hasta en el Evangelio. Si algo me atrae del Evangelio, es su realismo. Los cristianos no tenemos una narrativa irreal, en el sentido de que no esté enraizada en la realidad, porque vemos, por ejemplo, que Jesús no sólo tuvo dificultades con sus enemigos, las tuvo también con los suyos. Nosotros somos sus seguidores, así que no tenemos que desanimarnos como si las dificultades fueran anomalías no previstas en el plan de Dios. Creo que las dificultades en el mismo seno de la Iglesia las tenemos que afrontar con cierto sentido deportivo, cada uno analizando qué creemos que nos pide Dios, siendo fieles hasta el final y dejándonos de lamentar.
¿El reinado de la propia conciencia?
Eso es. Sin esperar nunca que desde afuera y desde arriba (desde las estructuras) vengan las soluciones. Si vienen, estupendo, porque a mí las estructuras me parecen algo consistente. No estoy de acuerdo con la gente que dice que sí a la espiritualidad pero no a la religión o a la institución, porque me parece que la espiritualidad no se puede vivir en solitario, pienso que ha de compartirse. Vivir la espiritualidad en solitario es una contradicción para mí. Y si la vives sólo con tus amigos, también es una espiritualidad demasiado cerrada. Y si quieres que te abra a los demás, algún acuerdo tendrás que establecer para ver dónde nos encontramos y a qué hora. Ahí ya tienes una institución, aunque sea mínima, pero una institución. Por eso creo que el debate sobre las instituciones se desvía muy fácilmente, así que ahí no entro. Lo que me parece esencial es decidir qué institución, quién la gobierna, cómo se elige a los que la gobiernan y de qué manera se les cambia cuando no hacen lo que deberían hacer, bajo qué normativas y bajo que criterios funciona esta institución, etc.

¿Es decir, que la cuestión no es que sobren las Conferencias Episcopales, sino cómo se organizan?
Exacto. Deberíamos tener la libertad de evaluarlo. Yo creo que en nuestra Iglesia hoy en día hay una parte estructural que está pasada de moda, como dijo el cardenal Martini antes de morir: "el anacronismo estructural de la Iglesia". Ese clericalismo institucionalizado yo lo veo y lo palpo. También la misoginia institucionalizada.
¿Cómo has vivido la elección del nuevo Papa?
Antes de la elección mi interés era explicar la necesidad de dejar de mirar para arriba. Porque si Tarancón decía y que íbamos a coger tortícolis de mirar a Roma, también nos va a doler la nuca de mirar arriba, esperando a ver si nos llega un Papa Mesías. Juan XXIII fue el adalid de los cambios necesarios para la Iglesia de entonces, pero yo creo que Juan XXIII no hubiera sido capaz de realizar eso sin el soporte de las comunidades de base que llevaban ya medio siglo trabajando por un cambio en la liturgia y en la teología.
¿Crees que un movimiento similar está ocurriendo hoy?
Sí. Desde que, después del Vaticano II, empezó esta involución, este frenazo que nos tiraba 20 o 30 años para atrás, han aparecido movimientos que reivindican y ejercen otro estilo de Iglesia. Los grupos de mujeres o feministas son un ejemplo, pero hay muchos más que lo que piden es democracia dentro de la Iglesia. La Teología de la Liberación, que apareció toda ella después del Vaticano II, evidentemente es otro ejemplo. Algunos la han declarado difunta, pero yo creo que, lejos de eso, lo que ha hecho es morir parcialmente de éxito, puesto que ha inspirado unos cambios sociales y políticos en el continente latinoamericano que ahora están dando esperanza a muchos otros países.
¿Los mensajes de Francisco sobre una Iglesia pobre y para los pobres, que se manche de barro y que huela a oveja, no se parecen al mensaje de fondo de la Teología de la Liberación, o crees que nunca podría ser la teología preponderante?
La opción preferencial por los pobres fue una expresión conciliar que acogió la Teología de la Liberación en Puebla y Medellín. Allí fue donde se enraizó de forma más clara. Y es posible que ahora, con este papado, esta tradición eclesial retome el lugar que le corresponde.
¿Qué le pedirías a Francisco, en caso de encontrarte con él?
Le pediría que ese compromiso con la pobreza lo lleve adelante, no sólo con gestos simbólicos como los que está haciendo hasta ahora, sino también con cambios estructurales. Y que se atreva a aliviar ese clericalismo y esa misoginia estructural de los que he hablado como los problemas principales.
A la hora de hablar de igualdad efectiva, ¿es fundamental que las mujeres puedan ser sacerdotes?
Claro. Cuando en la Iglesia Episcopaliana (que son los anglicanos de EEUU) empezaron las primeras ordenaciones de mujeres, después del Concilio Vaticano II, fue cuando Pablo VI vio venir que, si los anglicanos de Norteamérica (con los cuales doctrinalmente no tenemos ninguna separación teológica de importancia) habían tomado esa decisión, la misma reivindicación habría de llegar al ámbito católico. Entonces pidió a la Comisión Bíblica Pontificia que estudiara este tema en las Escrituras, a ver si había o no algo contrario a esa ordenación. Esta comisión hizo su estudio y presentó sus conclusiones, que decían que no había nada contrario a eso en la revelación. Pero el Papa pensó, motu proprio, que esto no era adecuado, y por tanto se prohibió en el contexto católico. Se cerró esa puerta. Después hemos sabido que hubo declaraciones posteriores que indican que aquello no se cerró de forma tranquila, y de hecho ningún Papa hasta ahora ha hecho dogma de aquello. El día que se haga esa categoría de autoridad magisterial máxima, los que creemos que esto tiene que ocurrir en la Iglesia, tendremos un problema. Hasta ahora no lo tenemos. La realidad de la Iglesia estructural es misógina, claramente. En la Comisión Teológica Internacional, que es la que asesora a la Congregación para la Doctrina de la Fe, hay dos o cuatro mujeres, de 40 miembros. No hay paridad, pero existen mujeres a las cuales la Iglesia Católica en este momento ha reconocido con la autoridad, al menos, para aconsejar a quienes ejercen directamente el magisterio. También ha habido mujeres al frente de organismos internacionales eclesiales importantes. La única reflexión teológica posible para considerar inadecuada la posibilidad de que las mujeres accedan al sacerdocio es el tema de la persona de Cristo, el poder actuar como persona de Cristo ante la congregación, cuando Cristo se encarnó concretamente en un varón. Según esto, una mujer no podría representar con la misma plenitud esa encarnación de Cristo, y presentarse en su nombre ante la congregación. Pero ya la regla de San Benito hablaba del abad y la abadesa en el monasterio, es decir, que esto no es una innovación del siglo XXI. Desde el siglo VI está claro que en una comunidad monástica, al menos de tradición benedictina, la abadesa no es la "superiora administrativa". La consideración de una abadesa tiene esa densidad teológica de la persona que se coloca al frente de su comunidad representando a Cristo. Así lo dice la regla de San Benito. Por tanto, no es una novedad pensar que una mujer pueda representar a Cristo delante de una comunidad. Formaba ya parte de la tradición benedictina.

 
¿Quieres destacar alguna cosa de lo que expresa la autora ?¿qué piensas?
La entrevista continuará el 2 de Mayo.

lunes, 29 de abril de 2013

 
 

SONRÍE, SONRÍE, SONRÍE

 
¿Conoces algo más contagioso y gratuito que la risa?¿Propagamos este alegre "virus"?
Uno comienza a sonreir y el otro suele responder con otra sonrisa. Si no se da por aludido, la haces más grande para que se de cuenta, y más, hasta que no te quepa en la cara, ¿crees que podrá resistirse a devolverte la sonrisa? 
¿Se te ocurre mejor terapia para comenzar el día que regalar una gran sonrisa a esos que están cerca?Es una bonita forma de querer.
¡Atrévete!
No te olvides  comentar tu experiencia, ¿qué pasó cuando te pusiste delante y regalaste tu sonrisa?
 
 

domingo, 28 de abril de 2013




<<NO PERDER LA IDENTIDAD>>
Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Dentro de muy poco, ya no lo tendrán con ellos. Jesús les habla con ternura especial:«Hijitos míos, me queda poco de estar con vosotros». La comunidad es pequeña y frágil. Acaba de nacer. Los discípulos son como niños pequeños. ¿Qué será de ellos si se quedan sin el Maestro?
Jesús les hace un regalo: «Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado». Si se quieren mutuamente con el amor con que Jesús los ha querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos. El amor que han recibido de Jesús seguirá difundiéndose entre los suyos.
Por eso, Jesús añade: «La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros». Lo que permitirá descubrir que una comunidad que se dice cristiana es realmente de Jesús, no será la confesión de una doctrina, ni la observancia de unos ritos, ni el cumplimiento de una disciplina, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús. En ese amor está su identidad.
Vivimos en una sociedad donde se ha ido imponiendo la "cultura del intercambio". Las personas se intercambian objetos, servicios y prestaciones. Con frecuencia, se intercambian además sentimientos, cuerpos y hasta amistad. Eric Fromm llegó a decir que "el amor es un fenómeno marginal en la sociedad contemporánea". La gente capaz de amar es una excepción.
Probablemente sea un análisis excesivamente pesimista, pero lo cierto es que, para vivir hoy el amor cristiano, es necesario resistirse a la atmósfera que envuelve a la sociedad actual. No es posible vivir un amor inspirado por Jesús sin distanciarse del estilo de relaciones e intercambios interesados que predomina con frecuencia entre nosotros.
Si la Iglesia "se está diluyendo" en medio de la sociedad contemporánea no es sólo por la crisis profunda de las instituciones religiosas. En el caso del cristianismo es, también, porque muchas veces no es fácil ver en nuestras comunidades discípulos y discípulas de Jesús que se distingan por su capacidad de amar como amaba él. Nos falta el distintivo cristiano.
Los cristianos hemos hablado mucho del amor. Sin embargo, no siempre hemos acertado o nos hemos atrevido a darle su verdadero contenido a partir del espíritu y de las actitudes concretas de Jesús. Nos falta aprender que él vivió el amor como un comportamiento activo y creador que lo llevaba a una actitud de servicio y de lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir el ser humano.
                                     José Antonio Pagola

sábado, 27 de abril de 2013



En esta ocasión tengo el agrado de presentar un libro publicado hace ya un par de años, obra del Prof. Santiago Guijarro Oporto, reconocido especialista en el ámbito bíblico, en concreto, en los estudios de Nuevo Testamento y de orígenes del cristianismo. El libro, que lleva por título Servidores de Dios y esclavos vuestros. La primera reflexión cristiana sobre el ministerio, forma parte de la Colección Minnor de la biblioteca de Estudios bíblicos de la Editorial Sígueme, es un acercamiento a los escritos más antiguos del cristianismo como son la cartas de Pablo, específicamente la Segunda Carta a los corintios.
Como es sabido, las dos Cartas a los Corintios que integran el canon son la recopilación de una variedad de escritos que en principio fueron conservados independientes y formaban parte de la rica correspondencia del apóstol Pablo con la comunidad de Corinto. Al poco tiempo de su muerte, se inicia un proceso de recopilación que dio origen a una variedad de colecciones de cartas; en algunos casos aquellas se alargaron o se añadieron otros escritos bajo la autoría de Pablo; en otros casos, en cambio, algunas de las cartas se conjuntaron para formar un único escrito, tal es el caso de las dos cartas a los corintios que se encuentran actualmente en el Nuevo Testamento, en ellas se perciben indicios de una fluida correspondencia, y por  tanto, la existencia de otras más cartas que Pablo debió dirigir a los corintios.
Partiendo de esta arraigada hipótesis de que 2 Cor es el resultado de la conjunción de varias cartas, el profesor Guijarro inicia su estudio señalando que, una de aquellas cartas versaba sobre el «ministerio», la situación que la originaría debió ser de índole externa, se trataría de la incursión de unos grupos creyentes en Jesús - judeocristianos- en Corinto que ponían en duda y criticaban, a la vez, la labor de Pablo. La descripción más detallada del contexto vital constituye la primera parte de la obra.
Avanzado en el desarrollo del estudio, y tras describir la situación contextual que motivó a Pablo a escribir «la carta sobre el ministerio», el Prof. Guijarro ofrece una reconstrucción de la carta, es decir, una formulación de cómo pudo ser la misiva enviada por Pablo y su equipo de colaboradores con motivo de esta circunstancia. La reconstrucción va acompañada de notas al pie en las que se aclaran términos y se llama la atención sobre los mismos, así como matices de traducción. Esta sería la segunda parte de la obra.
La tercera parte es la reflexión que se desprende de la formulación (o reconstrucción) del texto. Aquí, el Prof. Guijarro trata de presentar  algunas claves sobre el ministerio. Pone al descubierto una serie de elementos que entretejen el escrito paulino, por ejemplo el estilo directo, la mezcla de un tono de polémica y a veces de serenidad, y el uso que hace Pablo de las escrituras de Israel. Resulta llamativo para el lector, cómo en el movimiento jesuano que había pasado de la Palestina a la cuenca del mediterráneo y en épocas tan tempranas ya convivían diferentes comprensiones sobre lo que más tarde se llamará ministerio.
El marco comprensivo de la respuesta de Pablo en defensa del ministerio parece estar en su experiencia de conversión, en su encuentro con Jesús muerto y resucitado. Cuando se refiere al ministerio, Pablo se apropia de un lenguaje que no es exclusivamente religioso, sino que emplea términos «profanos» o contractuales con un referente concreto como DOULOS y DIAKONOS, y que los que incorpora a su vocabulario. Al leer la carta se nota una naturalidad; por ningún lado saltan explicaciones de tipo moralistas, esencialistas u ontologistas, y muchos menos dualismos de ninguna índole. Todo lo contrario. Resalta el profesor Guijarro que Pablo parte de una visión integral del ser humano, el cuerpo adquiere un gran significado; la unión con Cristo adquiere una dimensión existencial y el cuerpo, es un lugar decisivo para el ejercicio del ministerio.
El ministerio que Pablo defiende no consiste en la administración de unos poderes sagrados, el centro no es aquel que ha sido llamado a ejercer dicho ministerio. Pablo es consciente de que él no es el protagonista. El ministerio al que ha sido llamado se encuentra al servicio del proyecto de Dios iniciado por mediación de Cristo, y él, junto con sus colaboradores han sido invitados a realizarlo en Cristo, es decir unidos a Cristo. Y he aquí lo realmente decisivo: el ministerio no es sino la traducción existencial-con todo lo que ellos supone- de ese conocer y estar unido a Cristo, hasta el punto de dar la vida como Jesús. Así es cómo se llega a la síntesis de la concepción que Pablo tiene del ministerio: servicio de Dios y esclavos de los hermanos.
Finalmente, presentadas las claves principales de la comprensión paulina sobre el ministerio así como una serie de aspectos entorno a él, en la cuarta y última parte del libro, el Prof. Guijarro presenta una lectura seguida de todo el texto (presentado en la primera parte) a fin de proporcionar una visión más conjunta.
Sin lugar a dudas, que aunque distantes en el tiempo, la lectura de estos escritos como son las cartas de Pablo, siguen siendo profundamente sugerente para nuestro tiempo. Necesitamos alimentar el deseo por recuperar la significatividad del ministerio y su valor genuino. Debemos buscar luz en el cristianismo de los orígenes para poder responder a  nuestro hoy y lanzarnos al futuro apremiante que nos aguarda.  

Unos  breves datos sobre el autor
Versa en la breve descripción biográfica que viene en la contraportada de la obra que, el Prof. Guijarro es catedrático de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad de Salamanca. Es autor de varias obras, entre las que destaca Los Cuatro Evangelios (Ediciones Sígueme, 2010); autor a la vez de obras colectivas como Así empezó el cristianismo (Verbo Divino, 2010), y también forma parte de su autoría una variedad de artículos científicos relacionados siempre al ámbito neotestamentario al que se dedica.

Por Glen Aráuz, OSA

viernes, 26 de abril de 2013




La DSI (Doctrina Social de la Iglesia) es importante, pero mucho más importante es la PSI, Práctica Social de la Iglesia y de los cristianos.
-- A veces se ha dicho que una buena Doctrina es la mejor Práctica, conforme al principio del "nihil volitum nisi precognitum" (sólo se quiera y hace aquello que primero se conoce). Pero ésa es sólo una parte de la verdad, pues la doctrina se puede volver ideología, que sirve para enmascarar los intereses (y dominar a los demás, como sabe Ap 13).

-- Hay que decir también (y sobre todo) que sólo una buena práctica puede fundar una buena doctrina..., conforme al principio de que primero se hace y después de conoce o reflexiona (nihil cognitum nisi pre-volitum, pre-factum...). Por eso, la mejor DSI depende de una buena PSI, de un compromiso real y eficaz de los cristianos en favor del buen trabajo, al servicio de la buena comunión.

-- En esa línea ha puesto de relieve el Papa Francisco la exigencia de una "espiritualidad del trabajo y de la comunión"..., una ESI (Espiritualidad Social de la Iglesia),básicamente práctica (PSI), que no es una evasión idealista o espiritualista, sino experiencia fuerte y activa de compromiso real concreto con el mundo (trabajo: Gen 1-2), al servicio de la comunión (Evangelio).


jueves, 25 de abril de 2013


Raúl Vera: "Los obispos se manejan como si fueran dueños del rebaño"

"Los gestos de Francisco no son innovación, sino Evangelio"
 

Por José Manuel Vidal
 Raúl Vera, titular de Saltillo (México), es un prelado incómodo para los poderes de este mundo. Tanto civiles como eclesiásticos. Porque, desde siempre, ha optado por la defensa de los más pobres. En esta entrevista exclusiva con RD, critica a los que "se manejan como dueños del rebaño", pide la surpesión de los "privilegios" del clero y se muestra encantado con "los gestos de Francisco, que no son innovación, sino Evangelio".
¿Conocía personalmente o de referencias al nuevo Papa?
Personalmente no le conozco. Tuve referencias de él en un Congreso Internacional sobre Pastoral Urbana. Ahí presentaron una experiencia de trabajo pastoral en Buenos Aires, donde él está involucrado. Se le describe como un obispo muy ligado al pueblo. La experiencia consiste en hacer misiones populares a través de una "carpa" colocada en el centro de una plaza muy popular, por la que pasa mucha gente, porque hay una central de transporte público, trenes y autobuses. Durante una semana esa "carpa" funciona como si fuera una parroquia donde se realizan actividades a las que los fieles tienen acceso. El Cardenal acudía a esa instalación para tener celebraciones y encuentros con los fieles que ahí se congregaban.
¿Su elección responde al clamor del pueblo de Dios que pide un cambio de rumbo en la Iglesia?
Los signos que está dando abren espacios a la esperanza en una Iglesia más acorde con los tiempos actuales y menos atada al pasado. Por supuesto que la Iglesia en Latinoamérica se ha caracterizado por su interés en aplicar el Concilio, así lo han expresado los obispos latinoamericanos y caribeños en los respectivos Documentos emanados de las cuatro Conferencias Generales convocadas por Pablo VI (Medellín), Juan Pablo II (Puebla y Santo Domingo) y Benedicto XVI (Aparecida), después de la realización del Concilio Ecuménico Vaticano II.
Sin duda que para la elección de un obispo latinoamericano como Obispo de Roma, influyeron en el ánimo de los obispos, por ejemplo de África, de Asia o de América, presentes en el Cónclave, las trabas que vienen de Roma contra los cambios que requieren las Iglesias locales establecidas en países cuyas culturas no son coincidentes con la cultura mediterránea. Estas trabas que vienen de Roma, obedecen al afán de uniformar a la Iglesia universal, dentro un cliché cultural mediterráneo. Esta uniformidad cultural para la Iglesia, más que para animar a las Iglesias locales, es para intentar controlarlas.
Pienso que los obispos electores, que representan al Pueblo de Dios extendido por las distintas regiones del planeta, esperan del Obispo de Roma una apertura a la auténtica inculturación de la fe, en las diversas culturas en las que están viviendo los pueblos diseminados a lo largo de los cinco continentes.
¿Cuál es la clave que explica el hecho de que una institución "tocada" sea capaz de renacer y volver a ilusionar con la elección del Papa Francisco?
Creo que la clave proviene del continuo acrecentamiento de la conciencia de la propia dignidad que hoy caracteriza a diversos sectores sociales como las mujeres, los pueblos originarios, la comunidad homosexual, las obreras y los obreros, las y los jóvenes, etc. El hecho de sentir a un Papa cercano, a través de su lenguaje sencillo y directo, y a través de sus gestos, lo presenta a los ojos de estos sectores, como una persona muy humana y calurosa, preocupada por quienes sufren.
Hablo del signo de los tiempos del reconocimiento de la propia dignidad como fuente de esperanza en un renacer de la Iglesia, porque quienes no ven su dignidad respetada, han visto a una Iglesia muy lejana de sus reivindicaciones, despreocupada de quienes sufren y necesitan su ayuda. La mujer y el hombre de hoy, desde el reconocimiento de la propia dignidad, experimentan su derecho a tener una Iglesia que viva como Jesús vivió, atenta a la mujer y al hombre de cualquier condición, sin poner las barreras que son fruto de condenas morales y de prejuicios sociales. Mucho menos quieren ver a una Iglesia plegada al poder que aplasta su dignidad, ya se trate del poder económico o poder político. Y rechazan por igual los signos de poder que presenta en su propia estructura la Iglesia.
¿Llega con el encargo, al parecer de una amplísima mayoría del cónclave, de purificar, limpiar y cambiar?
Eso depende de los tópicos que hayan tocado en las Congregaciones de Cardenales previas al Cónclave y durante él. Es de suponer que muy bien pudieron haberse señalado asuntos de ese tipo, puesto que la renuncia del Papa Benedicto se dio en medio de irregularidades dentro del mismo Vaticano. La denuncia formal de Carlo María Vigano de las irregularidades que en la administración económica del Gobernatorato de Ciudad del Vaticano; el asunto de la fuga de Documentos de las Oficinas del Papa con información delicada, y la cuestión de las irregularidades del IOR. Y algo que es más que evidente, y que sin duda le pidieron al que habría de resultar elegido, debió ser que enfrentara el grave problema de la pederastia.
¿Será capaz o le dejarán limpiar y redimensionar la Curia romana?
A mí me gusta más el término "redimensionar" su equipo para su servicio pastoral a la Iglesia. Pensar en términos de Curia Romana es muy delicado, porque se quedaría atado en un esquema que definitivamente tiene que cambiar; ese paradigma ya quedó en el pasado. La Iglesia Universal después del Concilio tenía que haber revisado muy a fondo un modelo que resulta insuficiente para que el Obispo de Roma cumpla con su servicio Petrino de ser la cabeza del colegio episcopal, conformado hoy por un número muy grande de obispos, repartidos por distintos puntos del planeta, sirviendo, en números redondos a mil doscientos millones de fieles. Es imposible que preste adecuadamente su servicio con el reducido número de colaboradores concentrados en una Curia, que resulta muy llamativa y conmovedora por lo que ha representado esa institución por siglos, y que llama poderosamente la atención a los fieles y a los turistas, pero ya resulta materialmente imposible que el Papa pueda tomar -de manera adecuada- las decisiones que implican a tantos millones de fieles, con la ayuda de unas mediaciones que ya resultan raquíticas.
Me gusta el término redimensionar su Curia, entendida ésta como el equipo de personas que lo asiste para cumplir su servicio a la Iglesia Universal. Por eso esa Curia, así como sigue organizada, es la que se ha afanado en mantener la uniformidad cultural mediterránea por todas partes como un medio de control, imponiéndola y conservándola por todas las latitudes, incluyendo a Europa donde nació tal modelo, pero que ahí mismo no está funcionando.
Redimensionar la Curia significa que el sucesor de Pedro involucre, para consultar asuntos y tomar decisiones en la Iglesia, a las estructuras donde los obispos buscan fortalecer su colegialidad en las diversas regiones del mundo, a nivel Continental y Sub-Continental. El Papa debe entrar en relación directa con las organizaciones nacionales y trasnacionales en las que ya de por sí están asociados los Obispos del mundo, a partir del Concilio Vaticano II. Pienso en las Conferencias Episcopales de las distintas naciones y en organismos transnacionales como, por ejemplo, el Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM.
¿Cree, como empieza a decirse en algunos sectores católicos, que debería cerrar el IOR, banco vaticano, o, al menos, convertirlo en una banca ética?
El número de personas que la Iglesia debe atender, implica necesariamente transacciones financieras, sería absurdo que no contara con una institución en la cual apoyarse para atender esos aspectos; pero estoy de acuerdo que debe tener una regulación ética de parte del mismo Estado Vaticano, en donde esté presente el Pontificio Consejo de Justicia y Paz -se me ocurre-, para evitar los clásicos manejos abusivos y deshonestos del Capitalismo Neoliberal, que la misma Iglesia condena.
¿Cómo hacer realidad la colegialidad en la Iglesia: Sínodo revitalizado, mayor protagonismo de las Conferencias Episcopales...?
Ya hice una propuesta en una de las respuestas anteriores. Aquí solamente añadiría que precisamente a través de uno de los Sínodos, que debería ser el primero que el Papa Francisco convoque, con la colaboración de los Obispos del mundo ahí representados, pueda redimensionar su Curia. Que no le vayan a decir que solamente se conseguiría a partir de un Concilio, pues eso no es necesario. Es un asunto de la Colegialidad que ya lo trató el Concilio Vaticano II; no se necesita otro Concilio para aplicarlo.
¿Ha llegado el momento de activar, de una forma clara y decidida, la corresponsabilidad de los laicos en la Iglesia?
El Concilio Vaticano II también dejó bien claro este asunto, cuando habla de la común dignidad de las y los bautizados en la Iglesia, y cuando eligió el concepto de Pueblo de Dios para reflexionar sobre la identidad de la Iglesia en la Constitución Lumen Gentium. Creo que el asunto no va por la comprensión de la corresponsabilidad de los laicos, sino por el problema del clericalismo en la Iglesia de parte de los obispos y presbíteros, ese sí es un problema grave. Esto nos ha llevado a instrumentalizar nuestro ser sacerdotal para acumular privilegios y convertir nuestro estatus en la Iglesia y en la sociedad, en una casta superior. Aún entre nosotros los ministros ordenados, mantenemos en los hechos, como en la edad media, las diferencias entre el alto y el bajo clero.
Los signos que está dando el Papa en este momento van por ahí. Romper las barreras que hemos creado en la Iglesia para querer hacer evidentes unas diferencias creada por nosotros, que ni el Padre de los Cielos, ni Cristo, ni el Espíritu Santo, es decir, el mismo y único Dios, ha diseñado. Tenemos que hacer desaparecer el concepto principesco e imperial con el que nos manejamos quienes hemos accedido al orden sagrado. Actuamos de manera contraria a lo que San Pedro nos recomienda en su Primera Carta, esto es, que no nos comportemos como si fuéramos dueños del rebaño, y lo que es peor, el que nos sentimos los dueños de la Iglesia.
¿Ha llegado el momento de repensar el papel de la mujer en la Iglesia?
Hace mucho que nos pusimos fuera de la Historia; Juan XXIII decía que uno de los signos de los tiempos, ya en el periodo de la historia en que le correspondió ser Papa, era el lugar que la mujer tenía en la sociedad, como protagonista de la historia humana.
¿Ha llegado el momento de abrir la vía del celibato opcional?
Es mucho más urgente que en primer lugar desmontemos la mentalidad y los criterios clericalistas en la Iglesia. Yo no considero que poner el celibato como opcional sea lo que le vaya a dar coherencia a la vida sacerdotal. Cuando aceptamos la ordenación que lleva consigo el compromiso con el celibato, no lo hacemos en forma forzada, sino libremente. Una persona honesta es fiel en el matrimonio y en el sacerdocio. En cambio, aceptar un compromiso de ese tipo, pensando en que vamos a ser patronos y señores, nos lleva a violar la dignidad de la mujer, sea soltera, casada, mayor o menor de edad, porque desde una mentalidad de seres superiores, violamos los derechos de la mujer, de los niños y faltamos a nuestras obligaciones de todo tipo.
¿Los ilusionantes gestos del Papa Francisco se quedarán en meros signos cosméticos?
De ninguna manera creo que sea así. En esos signos el Santo Padre rompe con paradigmas que llevan siglos en el papado. Conoce el tamaño del compromiso que aceptó en el contexto actual de la historia humana, y con sus gestos está anunciando la manera en la que desea ponerse al servicio de la Iglesia y del mundo de hoy. Esto convierte en muy comprometedores sus gestos, porque la autoridad que ellos tienen no proviene de la voluntad innovadora de un Papa, sino del Evangelio.
¿Teme que no le dejen implementar todos los cambios que quisiese?
La autoridad para implementar los cambios le vendrá del Pueblo de Dios, en donde está hablando el Espíritu Santo por medio del entusiasmo que suscitan sus gestos y palabras. Claramente el pueblo lee en estos signos, la decisión que el Papa tiene de pugnar por una Iglesia más cercana al Evangelio.
Hago referencia al apoyo que Francisco está encontrando en el Pueblo de Dios cuando se me pregunta si lo van a dejar realizar los cambios que anuncian sus gestos, porque los detractores de Jesús, cuando intentaban detenerlo, no lo hacían, ya que le tenían miedo al pueblo.
Pero hay una cuestión fundamental en cuanto a los signos que el Papa está mostrando, y que parecen ser posturas inéditas de un obispo. Es un error leer de esta manera las cosas, pues lo único que está haciendo es asumir lo que los Padres Conciliares aprobaron en el Vaticano II y el Papa Paulo VI firmó y publicó en cada uno de los Documentos Conciliares.
¿En qué sectores o movimientos se va a encontrar con las mayores resistencias al cambio el Papa Francisco?
En el sector de quienes están instrumentalizando a la Iglesia para acumular poder, del tipo que sea. Esas personas que buscan poder están dentro y fuera de las estructuras eclesiásticas. Quienes están dentro de las estructuras eclesiásticas, son personas cuyo ministerio lo realizan apegadas a criterios de poder al estilo del mundo. En cambio existen otras personas que no pertenecen a las estructuras eclesiásticas, pero les interesan las alianzas con la Iglesia para acumular cuotas de poder.
Si el Papa Francisco viene con actitudes de servicio, dando signos de austeridad, y hablando de una Iglesia pobre, ya me imagino lo chocante que les resulte su persona a quienes consideran que tener un puesto importante en la Iglesia, significa ingresar a una élite religiosa, social, económica y política. Lo mismo puede suceder con quienes forman parte de los grupos poderosos del mundo, que necesitan de aliada a la Iglesia para conservar sus intereses.
¿Esa época de ilusión no le recuerda a la vivida en el postconcilio?
Yo creo que en el posconcilio había toda una esperanza abierta sin límites al futuro. Nadie creíamos que los detractores del Concilio, representados en ese momento por el grupo emblemático que seguía a Monseñor Lefevre, tuvieran alguna posibilidad de éxito.
En cambio ahora ya sabemos que los detractores del Concilio Vaticano II, son personas que se confiesan católicas y que no manifiestan abiertamente su desacuerdo con la renovación conciliar, pero desde dentro de las estructuras eclesiásticas se oponen al cambio. Decía el hoy Beato Juan Pablo II, que vivir y actuar la renovación conciliar implica un cambio de mentalidad. El problema con el que se encontrará el Papa Francisco para actuar la continuación de la renovación conciliar, consiste en que existen personas dentro de la estructura eclesiástica, que viven agazapadas detrás de un vocabulario conciliar, pero eso no quiere decir que los significados conceptuales, los criterios, las actitudes, y las opciones que propone el Concilio Vaticano II, hayan sido asumidas. Esto marca una diferencia grande con lo que se vivía en el posconcilio, porque las personas de quienes hablo, no solamente se han resistido a aplicar el Concilio, sino que están actuado abiertamente para frenar la renovación de la Iglesia.
¿Latinoamérica está de enhorabuena y se le reconoce su enorme aportación a la Iglesia universal?
La enhorabuena es también para la Iglesia toda, porque no cabe duda, y lo digo sin petulancias, que la Iglesia latinoamericana y caribeña, ha perseverado en su búsqueda por vivir y aplicar el Concilio Vaticano II, por medio de las Conferencias Generales del Episcopado a partir de Medellín. Ese Sub-Continente ofrece a la Iglesia Universal en estos momentos una rica reflexión teológica a partir de los pobres, que ya es un tesoro que pertenece a la Iglesia Universal. Esta reflexión está ligada a una práctica pastoral generosa, en la que se ha derramado ya mucha sangre de testigos (mártires) de la fe. En este ambiente se ha formado el Papa Francisco y estamos contentos de ofrecer ahora un Obispo de Roma, sucesor de Pedro, a toda la Iglesia.

miércoles, 24 de abril de 2013


 Carta íntegra de Francisco al Episcopado argentino

Queridos Hermanos: Van estas líneas de saludo y también para excusarme por no poder asistir debido a "compromisos asumidos hace poco" (¿Suena bien?) Estoy espiritualmente junto a Ustedes y pido al Señor que los acompañe mucho en estos días.
Les expreso un deseo: Me gustaría que los trabajos de la Asamblea tengan como marco referencial al Documento de Aparecida y "Navega mar adentro". Allí están las orientaciones que necesitamos para este momento de la historia. Sobre todo les pido que tengan una especial preocupación por crecer en la misión continental en sus dos aspectos: misión programática y misión paradigmática. Que toda la pastoral sea en clave misionera.
Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma. La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar "la dulce y confortadora alegría de evangelizar".
Les deseo a todos Ustedes esta alegría, que tantas veces va unida a la Cruz, pero que nos salva del resentimiento, de la tristeza y de la soltenoría clerical. Esta alegría nos ayuda a ser cada día más fecundos, gastándonos y deshilachándonos en el servicio al santo pueblo fiel de Dios; esta alegría crecerá más y más en la medida en que tomemos en serio la conversión pastoral que nos pide la Iglesia.
Gracias por todo lo que hacen y por todo lo que van a hacer. Que el Señor nos libre de maquillar nuestro episcopado con los oropeles de la mundanidad, del dinero y del "clericalismo de mercado". La Virgen nos enseñará el camino de la humildad y ese trabajo silencioso y valiente que lleva adelante el celo apostólico.
Les pido, por favor, que recen por mí, para que no me la crea y sepa escuchar lo que Dios quiere y no lo que yo quiero. Rezo por Ustedes.
Un abrazo de hermano y un especial saludo al pueblo fiel de Dios que tienen a su cuidado. Les deseo un santo y feliz tiempo pascual.
Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.

martes, 23 de abril de 2013


Francisco desbloquea el proceso del obispo mártir del Salvador

El Papa abre la puerta a la beatificación de Monseñor Romero.



"San Romero de América" podrá ser santo pronto. El Papa Francisco así lo quiere, y hadesbloqueado el proceso de beatificación del mártir arzobispo de San Salvador, asesinado de un disparo en el corazón el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba la misa.
Así lo aseguró Vincenzo Paglia, presidente del Pontificio Consejo para la Familia, quien apuntó que "la causa de la beatificación de monseñor Romero  ha sido desbloqueada".
Romero, muy popular en América Latina y llamado "la voz de los sin voces" por su consagración a los más desfavorecidos, fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por uncomando de ultraderecha, al comienzo de la guerra civil en El Salvador.
Desde 1996 la causa para canonizar a Romero se encuentra en Roma, y en 2006 la Congregación de la Doctrina de la Fe acordó iniciar el proceso de beatificación. El expediente se encuentra en la actualidad en manos de la Congregación para la causa de los Santos.
Por denunciar la injusticia social y la represión militar, Romero fue asesinado por un francotirador contratado por la ultraderecha al anochecer del 24 de marzo de 1980 cuando oficiaba misa en un hospital de enfermos de cáncer de San Salvador.
Con el crimen y el cierre de los espacios de participación política estalló la guerra civil que finalizó en 1992 tras la firma de acuerdos de paz entre el gobierno y la guerrilla.

lunes, 22 de abril de 2013


Especialista en Sagrada Escritura y profesor emérito de la Facultad de Teología de Deusto

“Estudiamos el pasado, porque nos interesa el futuro. Buscamos en el pasado luz, orientación, posibilidades por desarrollar, porque queremos enriquecer el presente y abrir futuros nuevos”.
¿En manos de quién se pondría para comprender mejor los orígenes cristianos? ¿Teólogos, biblistas, historiadores…?
Recurriría a un tratamiento interdisciplinar. Hay que acudir al exégeta, en la medida en que es intérprete de textos; al historiador…, pero también a expertos en ciencias sociales, a antropólogos, porque se trata de un fenómeno culturalmente lejano. Y al ser un proceso social, la sociología tiene algo que decir: hay factores y funciones sociales que influyeron en todo este proceso y que explican que el impacto de Jesús continuase después a lo largo de la historia. También tiene que entrar la teología, porque esos textos están transmitiendo experiencias religiosas. Por tanto, habrá que recurrir a varias ciencias humanas y sociales.
¿Qué queda de aquella imagen de Jesús que nos transmite el cristianismo primitivo?
El cristianismo sería inexplicable sin el fortísimo impacto que ejerció la persona de Jesús, su vida y su obra, en un grupo de seguidores que, pese a la muerte tan infamante y a lo que parecía un fracaso histórico, continuaron su causa, reivindicaron su memoria y desarrollaron las virtualidades de su obra, dando pie a lo que hoy llamamos el cristianismo.
Hoy nos encontramos con una Iglesia que reivindica su figura y con una cultura (llamémosla el cristianismo) impregnada por su herencia. Habrá que ver hasta qué punto esta cultura y este grupo de creyentes que se llaman la Iglesia y que reivindican la figura de Jesús, lo hacen con fidelidad y de manera adecuada.
¿Ha sabido la Iglesia conservar esa memoria de Jesús de Nazaret? ¿La ha actualizado, la ha deformado…?
La Iglesia ha conservado la memoria de Jesús, y este es su mejor mérito. Pero el movimiento de Jesús, para perdurar, inevitablemente tuvo que institucionalizarse y aclimatarse a contextos sociales diferentes. Y esto tiene sus contrapartidas, porque se pueden desvirtuar y hasta entrar en contradicción con la memoria contracultural de referencia. Muchas veces los fines institucionales entran en contradicción con los objetivos teológicos que se proclaman.
¿Se está resolviendo con éxito esa tensión?
La institución, por una parte, legitima la crítica que se le hace desde sus inicios carismáticos. Y por eso proclama el Evangelio de Jesús. Pero, por otra, se resiste a ser coherente con las exigencias de la inspiración originaria del movimiento de Jesús. Esa tensión es inevitable y va atravesando toda la historia de la Iglesia hasta nuestros días. La institución es muy poderosa y tiene unas potentes inercias que le dificultan la fidelidad a aquella inspiración originaria.
¿Es más correcto hablar de ‘cristianismo primitivo’ o de ‘cristianismos primitivos’?
Algunos autores utilizan la terminología de ‘cristianismos primitivos’ para referirse a los grupos muy diversos que reivindican la memoria de Jesús en el momento originario: paulinismo, judeocristianismo, joánicos, petrinos… Yo prefiero, simplemente, hablar de la diversidad enorme que había de líneas y grupos de seguidores de Jesús.
¿Podríamos aprender algo de aquella diversidad originaria?
La gran lección es que la línea que acabó prevaleciendo fue la más amplia, la más plural, la línea con más capacidad de inclusión. En el propio canon del Nuevo Testamento hay una enorme pluralidad. Todo ello nos está diciendo que no hay que tener miedo a la pluralidad en la vida cristiana y saber aceptar el que haya líneas cristianas diferentes, capaces de estar en comunión respetando la diferencia.
Tradiciones diversas
¿Cómo conjugar esa pluralidad inicial con el posterior carácter fundacional (y normativo) de la tradición apostólica que conduce hacia la unificación de creencias?
En el cristianismo originario, la unidad consistió en la comunión de tradiciones muy diferentes: desde el cristianismo profundamente misionero de Pablo y la tradición paulina al cristianismo de la tradición joánica, mucho más introvertido. Pero llega el momento en que se reconocen y se aceptan.
Durante mucho tiempo, las Iglesias forcejearon por quedarse con un solo Evangelio, porque la pluralidad de evangelios les parecía un incordio, pero al final se impusieron las ventajas de tener cuatro evangelios, de mantener la pluralidad. En aquel momento originario, prevaleció la convicción de que la unidad se realizaba en la aceptación y el reconocimiento de la pluralidad.
Ya en la primera generación cristiana, la Iglesia de Jerusalén y la de Antioquía deben llegar a un acuerdo en el Concilio de Jerusalén: los jerosolimitanos tienen el mérito entonces de aceptar el cristianismo antioqueno, abierto a los paganos y muy alejado de su forma de ver las cosas, y los antioquenos tienen la valentía y la audacia de abrirse a los paganos y de desvincular la fe en Jesucristo de la relación étnica con el pueblo judío. Porque ahí se jugaban el ser una secta judía o un movimiento universal. En el origen, por tanto, está el reconocimiento de la diversidad.
Llega un momento, sin embargo, en que se produce una unificación…
En efecto, en lo que podemos llamar el proceso formativo del cristianismo van apareciendo cada vez con más claridad unos elementos doctrinales (fórmulas de fe) y unos elementos institucionales (ministerios). Van surgiendo unos ritos, sobre todo de admisión y pertenencia, compartidos por las diversas tradiciones. En torno a la segunda parte del siglo II el proceso cristaliza en la protoortodoxia, en ‘la gran Iglesia’…
¿Tanto ha cambiado el cristianismo en dos milenios para tener que volver una y otra vez a sus orígenes? ¿O este regreso es un modo de purificarlo?
Sobre todo en momentos de crisis, los movimientos sociales miran a sus orígenes para buscar en ellos luz, puntos de referencia, descubrir qué es lo esencial, las posibilidades que existen y que no se han desarrollado, pero que se pueden despertar y alentar de cara al futuro. Creo que no es casualidad que hoy en la Iglesia el tema de los orígenes del cristianismo esté cobrando una notable actualidad. Culturalmente no se puede proyectar el futuro de Europa sin conocer el componente cristiano de sus orígenes.
¿Resulta tan instructivo mirar al pasado?
Muchas veces los orígenes se mitifican y se idealizan de manera ingenua, y un estudio crítico hace que se desvanezca esa visión. Pero los orígenes son sumamente instructivos, podemos aprender mucho de ellos: a no tener miedo a la pluralidad, como decíamos, pero también, en la medida en que el mundo se está globalizando, nos enseñan la capacidad de expresar la fe cristiana en categorías culturales diferentes. En los orígenes se hizo una gran labor para expresar la fe cristiana en las categorías helénicas. Y hoy la Iglesia se ve también ante el reto de expresar la fe cristiana de una manera relevante y significativa en culturas distintas. Ya no podemos pensar que Europa es el centro del mundo.
¿Otras lecciones que extraer?
En los orígenes del cristianismo descubrimos también un notable protagonismo de la mujer, que luego con el proceso de institucionalización y en una sociedad muy patriarcal se fue sofocando. Hoy esos condicionamientos patriarcales van desapareciendo, y parece que el protagonismo femenino que encontramos en los evangelios y en las cartas auténticas de Pablo abre posibilidades y exigencias al papel de la mujer en la Iglesia.
Grupo
s cristianos muy diversos fueron descubriendo, cada vez con mayor claridad, la importancia de la persona de Jesús, y por eso, en la segunda generación, se escribieron los evangelios, textos narrativos, con forma biográfica, que se convirtieron en los grandes textos de referencia. Se pone de manifiesto que la persona de Jesús es importante no solo por lo que teóricamente podamos decir de ella, sino sobre todo porque es una llamada a su seguimiento, a incorporar un estilo de vida como el suyo.
Flexibilidad, sensatez, fe… ¿Qué no puede faltar nunca para investigar los orígenes del cristianismo?
Los orígenes del cristianismo son un proceso formativo que tiene su punto de partida en Jesús y en el impacto que provoca. Luego el historiador puede explicar de forma plausible cómo tiene lugar este proceso, y el sociólogo o el antropólogo podrán iluminarle. Pero el creyente interpreta este proceso como el desarrollo en la historia del proyecto de Dios a través de Jesús y del Espíritu. Es decir, los orígenes del cristianismo, teológicamente, no se justifican por la mera vinculación con la figura histórica de Jesús, sino que hay contar también con la acción del Espíritu. Esta visión lleva a una consideración más flexible de los elementos institucionales, porque descubres los condicionamientos históricos y culturales de todo el proceso. Y, además, también hace que estés más abierto a posibles desarrollos ulteriores, porque el Espíritu sigue actuando.
¿Y qué futuro le aguarda al cristianismo?
El estudio de sus orígenes enseña que, como cultura, el cristianismo debe caracterizarse por su capacidad de acogida de lo diverso, de valorar la persona concreta por encima de sus vinculaciones étnicas. Como creyentes, la mirada a nuestros orígenes nos debe llevar a no identificar la unidad con la uniformidad y a estar abiertos a expresar la fe en formas culturales diversas.
Futuro de la Iglesia
¿Por dónde pasa, pues, el futuro de la Iglesia?
Se suele decir que el problema no es si Jesús fundó la Iglesia, sino si la Iglesia está fundada en Jesús. La segunda generación cristiana redacta los evangelios porque se da cuenta de que existe el peligro de dejarse llevar por un entusiasmo espiritualista, o por un aferramiento a las leyes del Antiguo Testamento, o por divagaciones de tipo gnóstico. Los evangelios surgen como un esfuerzo de recuperación de la memoria de Jesús y de los valores evangélicos. Y estos valores cuestionan hondamente a cualquier institución, también a la Iglesia, que debería incorporarlos en sus relaciones internas con mucha más claridad. Valores como la fraternidad, la sencillez, el suprimir todo tipo de títulos, de discriminaciones, de jerarquías…
Otro aspecto muy importante del cristianismo de los orígenes es que constituía comunidades que conferían identidad y ayuda material en un tiempo de desorientación y penuria. Pero, a la vez, desde muy pronto desarrolló una notable capacidad de diálogo con el helenismo, la gran cultura de la época. Esta doble virtualidad es una de las razones fundamentales que explica la penetración del cristianismo originario en unas circunstancias muy hostiles. Nuestra Iglesia tiene que basarse en comunidades fraternas, participativas, donde la gente encuentre reconocimiento y se sienta acogida; y, al mismo tiempo, desplegar una actitud de diálogo positivo y con capacidad de escucha con la cultura contemporánea.
¿Cómo interpela hoy a la Iglesia esta doble exigencia?
Los que entonces se encerraron en un gueto, al final, acabaron como sectas. Lo que después fue ‘la gran Iglesia’ se preocupó desde muy pronto por expresar la fe cristiana en las categorías de la cultura del tiempo, e hizo un esfuerzo audaz y valiente por dialogar con el helenismo. Naturalmente,  hubo grupúsculos cristianos que se encerraron en sí mismos y, al final, desaparecieron. Quienes después cristalizaron como la ortodoxia fueron capaces de llevar adelante el impacto que Jesús había provocado y su causa, desde su tradición judía, pero introduciéndolo en un mundo totalmente diferente al suyo: el mundo urbano del Imperio romano y de la cultura helenística, tan distinto a la Galilea rural donde todo empezó. Es decir, para ellos, la fidelidad exigía reformular las cosas muy a fondo.
Esto es también una llamada para nosotros, a no encerrarnos en el gueto cultural en el que nos sentimos cómodos, sino a tener las antenas bien puestas, no tener miedo, creer que el Espíritu actúa en todas partes y salir a dialogar con la cultura contemporánea. Porque la tarea es ser capaces de expresar la fe en categorías culturales adecuadas al hombre y a los tiempos, para que el mensaje sea significativo. No se trata de repetir lo que hicieron nuestros ancestros, sino de recrearlo teniéndoles como referencia. Pienso que así como los estudios sobre Jesús han servido para renovar la cristología, los estudios sobre los orígenes del cristianismo deberían servir para renovar la eclesiología.