Simplemente así actúa Dios…
Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de
madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él.
Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una
mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta
mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley
apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» Esto lo decían para tentarle, para
tener de qué acuasarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el
dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y
les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera
piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas
palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se
quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le
dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie,
Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques
más».
Sin embarcarnos en un desesperado intento de entrar en detalles
exegéticos por saber si el conocido pasaje de la “mujer adúltera” pertenece o
no a al evangelio de Juan; lo más importante es la sorpresa que raya en su
fondo: el rotundo no de Dios a una
historia humana de condenación y marginación, y el sentido de una nueva historia de acogida, de salvación
y felicidad.
La presencia de Jesús entre los suyos, acogiéndolos, ayudándoles
con sus acciones milagrosas, invitándoles a compartir la mesa, no solo entre
sus discípulos, sino entre aquellos que eran proscritos y marginados, es una
evidente invitación a entrar en comunión con Dios. El trato de Jesús de Nazaret
es una oferta de salvación por parte de Dios: “tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más”.
Nos encontramos ante un cuadro sumamente dramático y ante una de
las grandes preguntas ineludibles de la humanidad: ¿acaso Dios condena? La
acción de Jesús da una respuesta frontal que trasciende esquemas y rompe con
toda lógica casuística y legalista. Jesús es una viva “parábola de Dios”, en la
solicitud por los hombres y mujeres, por
su historia de dolor. Simplemente así actúa Dios…
Los cristianos de este tiempo necesitamos recuperar la praxis de
Jesús, y así poder redescubrir la significatividad de de ser discípulos;
necesitamos abrirnos, no temer enfrentar los sistemas que con ideologizadas
ideas evangélicas continúan dando curso lícito a condenas, discriminaciones y
exclusiones, y gravemente en nombre de Dios. No es ese el Dios de Jesús; no fue
la fe en ese tal Dios la que le
condujo hasta el final más espantoso. Todo lo contrario.
Jesús enseña que cuando se proclama a Dios, al Dios-Amor, la
mirada se hace crítica en el presente y se alza al futuro. En boca de Jesús, el
anuncio del reino implica siempre un contraste con la realidad presente, que
afina la mirada y la sensibilidad para criticar las injusticias de toda
situación dada, porque el reino, el reino de Dios, remite a un futuro de
libertad y de justicia plena.
Dios ama y libera, no condena.El amor desbordante,desata nudos y transforma.
ResponderEliminarJesús,denuncia a aquellos que se consideran los mejores, los sin pecado, y dignifica en igualdad al que es considerado inferior, pecador, impuro y excluído de la sociedad. En la parábola de hoy,pone en el centro de discusión a una mujer a la que van apedrear por adulterio.Un pecado por el que era justificado asesinar sólo a mujeres aunque también los hombres lo cometieran.
Esto mismo, sigue pasando hoy en algunas sociedades.