lunes, 15 de julio de 2013

PARA ESTO HEMOS SIDO LLAMADOS


Félix Ochayta 

Uno de los últimos días del mes de julio del año 1941 un prisionero del campo de concentración de Auschwitz huyó. La ley era terrible: por cada fugado debían morir diez compañeros. El comandante del campo, Fritsch, señaló con el bastón de mando a los diez condenados. 
Todos los señalados gritaron, saludaron y se despidieron de los compañeros. Pero uno, entre sollozos y lágrimas, se acordó de sus seres queridos: "¡Adiós, adiós, mi pobre esposa, adiós mis pobres hijos, ahora huérfanos de vuestro padre!" El padre Kolbe recordó unas palabras compartidas con otros compañeros de prisión en que les decía: "El odio no constituye una fuerza creadora; nuestros sufrimientos son necesarios a fin de que aquellos que vengan después puedan ser felices... Hay que tener fe en la victoria del bien. El odio no es fuerza creativa. Sólo el amor es fuerza creativa". El padre Maximiliano, ensimismado ante la creación del amor y el dolor del padre de familia condenado a muerte, salió de la fila, se quitó la gorra y se puso en posición de firme ante el comandante del campo. Fritsch le preguntó: "¿Qué quiere este cochino de polaco?" El padre Kolbe le respondió: "Soy un sacerdote católico polaco; soy viejo, quiero tomar su puesto, porque él tiene mujer e hijos". Fritsch dijo al que le acompañaba: "Es un Pfaffe" (es un despreciable cura), pero al mismo tiempo se quedó sin palabras. Los minutos se hicieron eternos. 
Con un gesto de la mano y la palabra "¡fuera!", ordenó al condenado, el sargento Francisco Gajowniezek, a volver a la fila de la que había salido. Entonces se oyó una voz seca de Fritsch: 
"¡Acepto!" El ayudante de campo, Palitwh, borró de la lista de los condenados el número 5.659 del sargento Francisco y lo sustituyó por el número 16.670, el del padre Kolbe. Los diez, bajo escolta, fueron conducidos al búnker, para morir allí de hambre. 
Pasado medio mes y necesitando el búnker, el 14 de agosto, vigilia de la Asunción de la Virgen María, Boch, dirigente de la enfermería, puso a los últimos cuatro supervivientes una inyección intravenosa de ácido muriático en el brazo izquierdo. El padre Kolbe le ofreció el brazo en el momento de la inyección. Cuando volvieron, lo encontraron sentado, recostado en la pared, con los ojos abiertos y la cabeza inclinada sobre el lado izquierdo. Había muerto. Su cuerpo fue lavado, llevado al crematorio y sus cenizas dispersas. 

PARA ESTO HEMOS SIDO LLAMADOS
Hacéis una cosa hermosa:
Oponiéndose a los desahucios.
Participando en la banca ética
Acogiendo al extraño.
Visitando al enfermo.
Movilizándose contra leyes injustas
Rebelándose ante lo injusto.


1 comentario:

  1. Hay algunas, pocas personas heroicas que dan sus vidas físicamente, cambiándose por otras. Admirables.
    Otras pocas, van desgastándose y dejando sus vidas por el camino despacio, silenciosamente por dejar un poco mejor este mundo donde vivimos. Admirables también.

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