La fiesta de Santiago de Compostela se ve relegada por la realidad atronadora que ensombrece lo previsto.
La realidad nos sorprende tragicamente con el accidente ferroviario que se lleva vidas humanas, y genera dolor, soledad, impotencia.
Detrás, los "por qués" inevitables que quedan a un lado en lo inmediato.
El presente que se hace largo y corto ante salvar a una vida que se va, y otra que es reanimada y vive. Algo que se escapa muchas veces de nuestro control, medios, coordinación.
Una vez más, el dolor humano une. La solidaridad se ha visto reflejada por gestos en la ayuda y colaboración a familiares, heridos y fallecidos.
El futuro inmediato después de las incertidumbres de los primeros momentos, eternos; es la aceptación y el duelo para los más cercanos.
A los que nos pilla esta vez más lejos, la reflexión sobre la vida y la muerte.
Uno puede salir de casa, de su rutina para celebrar, y se encuentra con el imprevisto sorprendente que te hiela la sangre.
Ciertamente, hoy sólo tenemos el presente en el que podemos ser facilitadores de vida y amar a nuestros semejantes; mañana, ¡Dios dirá!
Desde aquí, nuestro abrazo a los familiares y amigos de las victimas. Y a los que están luchando por su vida y los que les acompañan, mucha energía positiva, y nuestra oración.
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